Un nuevo texto de mi amigo y colaborador de Donostilandia Luis Gasca, ex director del Festival Internacional de Cine e historiador y referente del cómic, esta vez sobre Buster Keaton; el cual visitó San Sebastián en 1930. Os dejo con el artículo de Luis que no tiene desperdicio.
Los meandros y vericuetos de la parla popular son tan apasionantes como de memoria frágil. ¿Pamplinada? En español una florecilla silvestre, conocida como zadorija en catalán. También zapatilla, boca y ensalada de berros. En Argentina casi es un irónico insulto para definir los decires de un necio. Toda una riqueza lingüística que además de su fama esporádica en el siglo XX tiene su último homenaje en el bautismo del restorán Casa Pamplinas de la barcelonesa calle Londres reino de la butifarra negra y los caracoles a la llauna. ¿Pamplinas? Solo los viejos como yo recuerdan que, con ese término irónico y despectivo nacido con el título español de su primer largometraje, «Pasión y boda de Pamplinas”, se conocía al maestro Buster Keaton, The great stone face en US y Cara de palo en España. Ningún cataclismo atmosférico, sentimental o bélico hacía variar el rostro impávido de Buster Keaton. Sus rasgos tallados a cincel en su cara impasible anunciaban que saldría incólume de cualquier desastre. Chamuscado como Mortadelo, pero siempre vivo.
Había venido al mundillo de la risa en 1895, un año antes del nacimiento del cómic y del cine. Con sólo tres años ya triunfaba en los teatrillos de su natal Kansas junto con sus padres como integrante del trío The three Keatons. Era un impávido muñeco irrompible de goma. El socio de su padre en un negocio de supuestas bebidas medicinales era el mago Harry Houdini quien admirado al ver cómo el renacuajo salía incólume tras caerse de una escalera exclamó en el escenario «that is a real buster». Así fue bautizado para la historia del cine: Buster.
Cuando tenía 8 años su padre no aceptó participar en el rodaje de una serie pionera en la adaptación del cómic, “Bringing up father» de otro genio, Geo McManus, pero le siguieron más de 150 cortos y largos, obras maestras como «El maquinista de la General», «El héroe del rio» o «El cameraman «. Con él nació el humor absurdo, el «slapstick», los hermanos Marx.
En un atardecer de 1966 tras jugar una partida de cartas con su tercera esposa Eleanor Norris le dijo que se iba a dormir la siesta. Y se durmió plácidamente para siempre.
En San Sebastián
En 1930 Buster Keaton visitó San Sebastián siguiendo el consejo de su amigo Edgar Neville.
Le acompañaba su primera esposa Natalia Talmadge con quien había rodado «La ley de la hospitalidad» y su cuñada Norma, la más famosa de una familia solo comparable con los Barrymore, que acababa de estrenar otro hito, «Du Barry mujer de pasión». Al grupo se unió su pareja Gilbert Roland. Juntos habían rodado «Margarita Gautier» con tal éxito que, debido a sus besos y a su brillantina, en Hollywood se acuñó el término para Gilbert de ”latin lover”.
El caso es que en San Sebastián Buster y Gilbert asistieron a una corrida de toros (en la desaparecida Plaza del Chofre). Mi padre que no era ni cinéfilo ni fanático de los toros, nos contó que, junto con tres amigos de su pandilla, el pintor Jesús Olasagasti, Gabi Ameztoy (padre del gran Vicente) y el poeta Gabriel Celaya; cuando el público identificó a Buster toda la plaza aplaudió al hombre impasible.
Luis Gasca
Sin comentarios