Ver prácticamente seguidas “La Virgen Roja” y “Los Destellos” hace reflexionar sobre qué tipo de cine sabemos hacer mejor en España. La primera representa un cine de producción más compleja, con una puesta en escena artificiosa e interpretaciones algo forzadas en las que cuesta más encontrar la credibilidad. La segunda representa el polo opuesto: un cine naturalista con decorados reales situaciones creíbles y actores que se muestran cómodos explotando todo su talento.
“Los Destellos” pertenece a un cine que lleva varios años dando muy buenos frutos en manos de cineastas como Carla Simón, Alauda Ruiz De Azua, Mikel Gurrea o Estíbaliz Urresola entre otros. Algunos de ellos comparten una vuelta a las tradiciones, al campo, o a pueblos de infancia pero, sobre todo, comparten una mirada naturalista hacia sus historias. Los actores parecen estar guiados por premisas que les ayudan a tomar decisiones pero sin estar sujetos a un texto del que son esclavos. Con margen para la improvisación y para que surjan esos momentos mágicos de verdad que elevan la película a otro estatus. Esta corriente, por llamarla de alguna manera, parece sacar lo mejor de los talentos nacionales: directores, actores, músicos y directores de fotografía. No hace falta guiones brillantes ni secuencias memorables. El espectador disfruta con la simple emoción que transmite la verdad de lo que está viendo en pantalla.
Como toda moda o corriente, pasará y volverán otra centrada en historias más urbanas o de género pero todos estos cineastas aun tienen mucho que decir, con un cine que pueden exportar más allá de nuestras fronteras.
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