Hoy finaliza la edición de un año muy especial del SSIFF. A pesar de las circunstancias, ya podemos decir que no será recordado por cuestiones extra cinematográficas. Será recordado como el año de Viggo Mortensen, o de Woody Allen, o quien sabe si de Thomas Vinterberg (en unas horas saldremos de dudas). Será recordado como el año del cine sin colas y sin necesidad de llegar con antelación para asegurarte un buen sitio. Como el año de las joyas escondidas (películas con el sello Cannes en Nuevos Directores o premiadas en Berlin o Sundance en Horizontes Latinos). El año de la consolidación de Zabaltegi como un espacio de referencia para las propuestas más libres y creativas que además premia al espectador osado incluyendo en cada sesión un cortometraje casi siempre interesante. El año de los documentales musicales, de Patria y Luca Guadagnino.
No importa quien se lleve los premios esta noche, ni si las decisiones dejaran contentos a público y crítica. A la espera de lo que ocurra, podemos afirmar que ha sido una gran edición. La 68. Y nos hemos sentido seguros. Enhorabuena a los responsables por la gran gestión en tiempos tan complicados y gracias por habernos permitido disfrutar de una año más del mejor cine.
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