Casi ni nos hemos enterado del estreno de la última de Woody Allen. Posiblemente, esa falta de notoriedad se deba al frenético ritmo de producción del director neoyorquino que le lleva a estrenar un film por año. Un ritmo que parece responder más a una necesidad de mantenerse vivo dentro de la industria que a sus necesidades expresivas y artísticas, ya que retoma continuamente los lugares comunes de todas su filmografía. A pesar de que, efectivamente, “Magic in the Moonlight” no aporta nada nuevo a su obra, consigue como tantas otras veces hacer pasar al espectador un rato agradable y dejarle con una sonrisa en la cara. Y eso no es poco.
La película aborda el eterno duelo entre lo racional y lo irracional, entre creer o no creer y, en definitiva, entre el optimismo y el pesimismo. El mundo de la magia en la Europa de los años 20 es el escenario que encubre éstas y otras cuestiones. Un tema recurrente en otros films del cineasta como “Alice” o “El Escorpión de Jade”, que le sirve para crear situaciones disparatadas que enfrenten a los grandes actores que habitualmente pone en liza. En esta ocasión, unos magníficos Colin Firth y Emma Stone ponen cara a esa dualidad entre optimismo y pesimismo, bien secundados por el resto del plantel interpretativo.
Woody Allen conduce con maestría, una vez más, a sus actores para volver a dejarnos claro que no cree en al más allá pero que, en lo que sí cree, es en la magia de las pequeñas cosas de la vida que pueden hacer despertar el amor irracional entre las personas más antagónicas.
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