Ahora que estamos esperando a la lectura este lunes 18 de los finalistas a los Premios Goya 2021; y que Marcelino, el mejor payaso del mundo de Germán Roda tiene 13 candidaturas, el de mejor película entre ellos, os dejo este texto que me envió hace unos días mi amigo Luis Gasca.
El estereotipo del payaso triste y mal afeitado tuvo su origen en el hijo de un peón caminero de Jaca. Se llamaba Marcelino Orbés, pero el mundo del espectáculo que lo coronó a principios del siglo pasado nunca supo que era un aragonés casi analfabeto. «Es el payaso más grande que nunca vi» dijo Buster Keaton, «el mejor del mundo» coreó Chaplin con quien creó la pantomima «La Cenicienta”.
En su papel habitual de simplón desastrado con levita mugrienta había trabajado en los circos españoles Alegría y el Price de la madrileña plaza del Rey, antes de triunfar siempre en su papel de augusto mudo en el legendario Hippodrome. Apareció en el cine mudo, creó un curso de payaso por correspondencia, se casó y se divorció dos veces y en 1927 se suicidó en el humilde hotel Jefferson de la calle 50 de NY, la ciudad que nunca duerme. En el bolsillo de su gabán tenía su fortuna, 6 dólares. El pionero dibujante de cómics Foster Morse Follett creó una página dominical para el NY World dedicada a sus trapisondas con el título «The Merry Marceline» que pasó para la pequeña/gran historia como homenaje a neologismos como el verbo «to Marceline» para quien está omnipresente pero no resuelve nada o «merry Marceline» para el juguetón inconsciente.
El pintor realista William James Glackens lo pintó en obras que hoy se conservan en un milagro de la filantropía. El doctor Albert C. Barnes se había hecho rico al desarrollar el Argyrol, un medicamento panacea de la lucha antimicrobiana. Legó su fortuna y más de 800 pinturas impresionistas a su Barnes Foundation y allí puede verse entre Renoirs y Gauguins el boceto de Marcelino, en el edificio justo detrás del campus de la universidad St Joseph en Lower Merion en las afueras de Filadelfia. Ojalá sigan su ejemplo los laboratorios que se están haciendo ricos con la pandemia y sus accionistas contribuyan a preservar al arte.
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