Hoy el Festival de Sitges ha reservado a los miles de espectadores que cada día llenamos sus salas la comedia negra «Matar a Dios», una película «indie» (independiente) desde todos los puntos de vista que se ha rodado «de milagro», según afirma Albert Pintó, codirector junto a Caye Casas. «Teníamos tantas posibilidades de que saliera mal que el hecho de haberla rodado es un milagro», asegura Pintó, director y guionista de la cinta que también firmó con Casas en 2014 el corto «Nada S.A».
Porque les sucedió de todo, cuenta, desde un pequeño accidente en el que uno de los protagonistas, David Pareja, casi acaba con un tenedor insertado en un ojo, al «diluvio universal» que les cayó durante el rodaje en una antigua masía que no estaba preparada para el cine y que se inundaba.
«Éramos tan débiles que, a cualquier cosa que pasara, la película no se hacía», cuentan a coro los directores.
Ambos realizadores, visitantes del Festival de Sitges desde hace 20 años, han presentado hoy su primer largometraje, que competirá en la Sección Oficial junto a otras 33 cintas de una veintena de países.
El origen de la película está en una cena de amigos donde Pintó y Casas propusieron el juego de elegir a las últimas dos personas supervivientes de la especie humana en la tierra.
«Unos Adán y Eva», señala Casas, mientras Pintó añade que el juego «iba provocando discusiones, creciendo y creciendo y la gente no se ponía de acuerdo, las discusiones eran bárbaras».
«Matar a Dios» ocurre en una cena de fin de año que una familia decide celebrar en una casa aislada en medio de un bosque. Un misterioso vagabundo, que es enano y dice ser Dios, les amenaza con exterminar a la especie humana al amanecer; un genocidio del que solo se salvarán las dos personas que ellos elijan.
Con unos diálogos ágiles y muy divertidos, el peso de la narración recae en la credibilidad de unos actores muy solventes que rozan el surrealismo de la manera más natural; Emilio Gaviria, en el papel de un «Dios» cruel y despiadado; Eduardo Antuña, machista y ególatra; Itziar Crespo, la esposa; David Parejo, el hermano depresivo; y Boris Ruiz, el padre anciano.
Un «milagro» fruto también de un apasionado trabajo en equipo, según ha confirmado Itziar Crespo, que les «arrastró», dice, en un rodaje «intenso y duro» -18 días a razón de 12 horas diarias-, pero que terminaron «llorando» y sin ganas de despedirse.
«Puede ser un hándicap el poco presupuesto, la juventud y que fuera su primera película, pero yo sentía mucha pasión, mucho compañerismo», ha dicho Crespo.
Tras su paso por el festival, la cinta ha conseguido un acuerdo de venta, pero aún no tienen fecha para su distribución, ha comentado el productor Norbert Llarás. Seguiremos expectantes su evolución.
+ INFO http://sitgesfilmfestival.com/cas/film/?id=10004879
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