Cada temporada se cuela en la cartelera alguna película que, sin mucho ruido, va calando en la audiencia gracias al boca a boca. Son películas con una buena historia, sencillas pero bien contadas y con un particular estilo que las hace únicas. Es el caso de Nightcrawler que recuerda a aquellas películas de videoclub de principios de los 90 que alquilabas con la única pretensión de que te hicieran pasar un buen rato. También en su estética y solidez recuerda a esos films con los que directores como Cronenberg o Verhoeven disparaban sus carreras en Hollywood. Quizás por esa búsqueda nostálgica de estilo, haya optado el debutante realizador por reforzar el plantel con antiguas estrellas de esa época como Rene Russo o Bill Paxton.
Nightcrawler propone una nueva aproximación al universo de los medios de comunicación y a la moral de esa profesión que determina dónde debe poner el periodista su límite. Y el personaje que interpreta Jake Gyllenhaal pone el suyo muy lejos, demostrando que es capaz de cualquier cosa por lograr su objetivo. Si en el origen de la prensa amarilla el magnate Hearst provocaba los sucesos para conseguir noticias impactantes, el inquietante protagonista de Nightcrawler es capaz de ir incluso más allá, manipulando cada detalle de un suceso para controlarlo a su antojo.
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