La edición número 49 del inminente Festival Internacional de Cine de Gijón, que se celebrará del 18 al 26 de noviembre próximo será, una vez más, un escaparate para el cine que orbita en las estelas de lo comercialmente invisible, transgresor y siempre interesante.
Con un espíritu que aúna el impulso de hacer llegar al gran público un programa que, sin grandes estrellas ni complejos alardes de forma, puede acercar tanto a aquellos que gustan del más sincero cine social y comprometido como a los que tratan de ver algo más experimental y ajeno a lo que hacen caso los conocidos circuitos normales de distribución. Y su nueva edición sigue apostando por esa línea marcada por la diferencia y la distinción.
A nadie le asusta, de este modo, ver pasear el cine helado y genial del finlandés Kaurismaki, o la búsqueda de la soledad, entre un blanco y negro árido de ese Win Wenders de “Alicia en las ciudades”; recuperaciones que pudimos ver otros años y que siempre te hacen pensar en que sus programadores siguen apostando, año tras año, por alargar la sombra de ese cine que busca el fondo de un futuro escondido en tres dimensiones o grandes explosiones de efectos. Esta senda marcada por caminos que acercan a las salas a gente sin prisas, llena muchas sesiones y diálogos. Sorpresas que siempre llegan y directores que deambulan entre la ficción pausada (Guerín, Lisandro Alonso, Carlos Reygadas por poner tan sólo unos ejemplos…) o el estallido de guiones inconexos, trabados por la brújula de direcciones opuestas a lo normalmente clasificable.
Este año, en una edición que día a día se va completando, podremos ver a directores como Jeff Nichols, Miranda July, el rebuscado Bruno Dumont, Jonathan Caouette, Bouli Lanners o Mia Hansen-love. El Festival, además, hará hincapié sobre la obra de dos directores: Bertrand Bonello, que en Cannes había presentado su anterior “L’Apollonide” y el cine de vanguardia de Marie Losier. Un cine que si será difícil esperar a verlo próximamente en nuestras ciudades, habrá que buscarlo en esas filmotecas que saben escarbar más allá de las visiones de lo habitual y cercano.
Tal y como hace el Zinemaldia dedicando un espacio al cine vasco, se hará lo propio en Gijón con el Dia D’Asturies, donde se proyectaran un conjunto de cortometrajes que optarán a un premio patrocinado por la Televisión del Principado de Asturias, dotado con 4 mil euros.
Además, el cine actual se verá reflejado en dos retrospectivas: las llamadas Rellumes donde, en su tercera edición y con diez películas en un programa muy variado en cuanto a nacionalidades, la película ganadora será elegida por el púbico y Enfants Terribles. Esta última sección, en un principio dedicada al público infantil y juvenil por su temática, proyectará varias películas que tienen una pinta soberbia, como “The sandman and the lost sand of dreams”, “Freddy frogface” o la española “Papa soy una zombi” de los directores Ricardo Ramón y Joan Espinach. También se podrá ver “Submarine”, de Richard Ayoade, cuya preciosa banda sonora firmó este año Alex Turner. Son ambas secciones algo así como un Zabaltegi donostiarra, un cajón de sastre, que el Festival utiliza de complemento tan útil como trascendental en la historia contemporánea a otros festivales nacionales.
Y música, mucha música para completar la oferta. Siempre con grupos punteros de la escena nacional o internacional. En este caso, atentos a “The festival”, el día 19 de noviembre, que en su tercera edición este minifestival tiene en su programa a los españoles y conocidos Vetusta Morla, Pony Bravo y el post-punk de los londinenses New Young Pony Club. La fiesta la cerrará DJ Amable.
Variaciones sobre un mismo modo de hacer las cosas para una nueva edición de FICXixón. Y que dure. Allí estaremos para contarlo.
La verdad es que gracias a este artículo me he puesto al día de todo lo que puedo disfrutar en este festival. Enhorabuena al periodista que lo ha escrito por ser tan claro y concreto.