La Teoría del Todo

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La_teor_a_del_todo-567835219-largeJames Marsh, exhibicionista de autores de grandezas, de historias reales protagonizadas por hombres ambiciosos con intención de lograr un puesto en la historia de la Humanidad (en “Mano on Wire” desde lo ilegal en las alturas o en “Project Nim” aspirando a encontrar en el animal el misterio y la perfección del hombre), nos trae al cine otra mente maravillosa de un hombre que acercó a la ciencia actual el combate entre lo material y lo espiritual: Steven Hawking. La obra no es un resumen de su biografía, sino un relato sobre el amor, la enfermedad y la compleja búsqueda de una teoría del todo, lo absoluto.

Para interpretar a una persona tan compleja como es Steven Hawking, Eddie Redmayne le hace la competencia en la gran pantalla a Benedict Cumberbatch y le supera, logrando el aplauso y el ambicionado Globo de Oro (premiada fue también la banda sonora de la película, una composición magistral y emotiva de Johann Johansson). Al actor ya lo conocimos en la grandiosa obra musical de “Los Miserables” de Tom Hooper, pero en ningún momento demostró el talento que declara en este biopic, donde es capaz de representar los perfiles más contrapuestos del científico a lo largo de su transformación física y mental. Y, por supuesto, quien interpreta a su pareja en la ficción, Felicity Jones (“Like Crazy”, “La mujer invisible”), tampoco se queda atrás. La relación de ambos se convierte en el alma de la película, sin la cual, la obra se quedaría excesivamente estática y fría.

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Marsh cuida con especial cariño su trabajo; cada detalle, cada escena y diálogo denota una sana reflexión y atención que no traiciona en absoluto la realidad de esta persona. Aun así, el director ha decidido alejarse de plasmar la ciencia del genio para exponernos cómo vivió en la práctica sus ideas introduciéndonos en su ámbito más privado y personal: el matrimonio con su primera esposa, Jane. Hay que decir que el autor se atreve a reflejar una mente compleja y, aunque no consigue retratar a la perfección el mundo interior del astrofísico, sí exhibe magistralmente ese duelo de reflexiones que han sido siempre los pilares de su pensamiento. Así, el director ha decidido explicarnos cómo y por qué se ha sostenido el famoso astrofísico a lo largo de su vida hasta alcanzar la cumbre del mundo científico, a pesar de padecer una enfermedad degenerativa, y lo hace a través de sus primeros pasos y más importantes, como fueron su doctorado en Cambridge, la divulgación de su libro “Una breve historia del tiempo”  o su matrimonio con Jane. Y toda esta amplísima trayectoria está reflejada de forma perfecta, intensa y armónica en el guión, pues no deja escapar ninguna sensación ni idea, atrapándola en su fotografía y diálogo. Quizás se eche de menos una mayor inmersión en la teoría de Hawking (más protagonista en el título que en el film), quitando espacio a una excesiva plasmación de la relación romántica entre él y Jane, pero esa no era la intención del director…

Marsh decide alejarnos de una conclusión científica para ofrecernos una lección vital que habla sobre cómo se enfrenta uno a cualquier tipo de limitación, ya sea espacial, temporal o física. Así, su película rompe con las expectativas del público y se convierte en un canto a la vida y a la superación desde el ejemplo de un hombre que por su enfermedad le dieron 2 años de vida y que, sin embargo, ya va camino de los 74. No obstante, advertimos en el famoso científico una incansable pelea metafísica y personal alejada del acompañamiento de lo espiritual que acaba encumbrándole como el “superhombre” idealizado por Nietzsche; todo esto gracias a la superación solitaria e individualista de cualquier limitación que se le ha presentado…

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En definitiva, hay que reconocer que es la historia de una persona que representa bien la actitud de nuestro tiempo a través de la esperanza, la ambición, la búsqueda de la verdad y la exaltación del yo.

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