El amanecer de El Planeta de los Simios

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Matt Reeves, autor de títulos menos comerciales e incluso de géneros completamente opuestos al de ciencia ficción, empezó desarrollando su filmografía con títulos como “Déjame entrar” y con una trayectoria más televisiva que fílmica (“Felicity”). No obstante, aunque su nombre aún suena desconocido, este director estadounidense se abre a la fama atreviéndose a llevar las riendas de la saga del origen de “El planeta de los simios”. La segunda parte, “El amanecer de El Planeta de los Simios”, no le ha salido mal, aunque tampoco ha sido fantástico. Frente a un trabajo excepcional de los puntos y contrapuntos de los simios que protagonizan el filme, César y Koba, encontramos a unos protagonistas humanos excesivamente planos, previsibles y entronizados dentro de los clichés típicos. No obstante, la espectacularidad del shot motion, un ritmo nada incómodo ni aburrido y la ya reconocida interpretación de Andy Sherkis dando vida a lo inanimado (recordémosle en el papel de King Kong o de Gollum), esta vez interpretando a César, el líder de los simios, rescata la película; además, el trasfondo de la trama tampoco deja indiferente.
Tras una primera parte que se centró en explicarnos de dónde sale la historia de “El Planeta de los Simios”, película de 1968 que pasó a la historia protagonizada por Charlon Heston y dirigida por Franklin Schaffer, “El amanecer de El Planeta de los Simios” ha escogido presentar el origen del conflicto y de la diferenciación entre la especie humana y la simia; esta segunda parte nos interconecta el filme que fue estrenado en el 2001, “El Planeta de los Simios”, protagonizado por Mark Wallberg, donde se nombra al simio que impulsó el desarrollo de la especie, con su predecesora “El origen de El Planeta de los Simios”, donde ya se declara que César es el simio que se convertirá en el líder de la revolución de una nueva raza dominante.
“El amanecer de El Planeta de los Simios”, además de englobarse dentro del género de la ciencia ficción, destaca por emplear un tono dramático y épico, pues el hilo conductor de su trama es la exploración de la moral del ser humano como causa verdadera de los enfrentamientos armados que, tal y como se presenta en la película, acaban siendo catástrofes originadas por sólo unos pocos que se dejan llevar por el odio y el individualismo, conduciendo al resto al desastre, convencidos por miedo o por engañosas emotividades. En esta historia se entroniza al simio, protagonista y poseedor de un lado más cálido, ya olvidado por el hombre, que nos rescata esa pregunta, una vez planteada por una historia que aceleró el género de la ciencia ficción distópica actual: ¿es posible encontrar un ser más humano que el propio ser humano?

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César (Andy Sherkis) es el justo medio de una lucha que se desborda por el exceso de deshumanización que padecen los de un lado, como de animalismo, que nos demuestra el otro. El líder de los simios ha sido educado en el ámbito más puro y bondadoso del ser humano, entre la amabilidad y cariño de una familia que sacó de él su parte más caritativa y noble, además de su raciocinio. De él, los hombres redescubren lo que significa la reconciliación entre los que parecen distintos pero que, en realidad, se dejan arrastrar por los mismos males: la ambición, el rencor, el odio y la envidia. En una situación de extrema supervivencia, en la que la raza humana se ha visto minimizada por la presencia de un virus expandido debido a la presencia de los simios, sin suministros ni energía, César ofrece la posibilidad de una convivencia entre ambas especies enfrentadas llegando a un trato con Malcom (Jason Clarke) para que, en las mismas dificultades que padecen, puedan sobrevivir juntas. No obstante, frente a la apertura máxima de confianza que expresan el líder de los simios, así como Malcom y su familia, en el mundo prevalece el espíritu de odio y venganza, representado en el compañero de César, el simio Koba, y en Dreyfus (Gary Oldman).
El director de la película nos hace ver con ello cuál es la verdadera causa de los grandes conflictos que comienzan y no cesan a lo largo de la historia de la Humanidad; que no es la política ni la economía lo que inicialmente impulsa las rivalidades entre pueblos y razas, sino la parte más oscura del hombre, que ante la presencia de luz y bondad se estremece y estalla, recelosa de que el bien y la reconciliación sea posible entre enemigos, porque, tal y como nos recuerda César al final de la película, es difícil que el perdón tenga lugar después de la calamidad.

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