Son varias las similares propuestas, que bajo el signo de la juventud y sus inquietudes, se mostraron en los primeros días de Festival de Gijón. Una de ellas, “Les Géants” (Bouli Lanners, Bélgica-Francia-Luxemburgo,2011), presente en la Sección Oficial del Certámen, que con la sombra alargada de un “Cuenta conmigo”, aquella deliciosa película que rodó en 1986 Rob Reiner, muestra la falta de cariño, la línea que separa la infancia de la adolescencia y la amistad en un entorno hostil y sombrío. Es una película que se deja ver con agrado, como un malévolo road-movie cuyo asidero es un cuento contemporáneo de tres niños en busca de la felicidad fugaz y el inexorable destino con el que no piensan chocarse; enfrentándose a él, viven al día con un espíritu impetuoso. Lo que no se sabe muy bien es en lo que les deparará el futuro. Es la idea de la actual sociedad infantil europea, puesta al día bajo la metáfora de una parábola árida, con carreteras perdidas y caminos que no parecen llevar a ninguna parte; sin gente que se les cruce en el camino. Muy bien interpretada no es carne de cañón para ganar un premio importante de un festival pero su falta de pretensiones la hacen la mar de disfrutable y está muy bien interpretada por el trío protagonista. Malos, menos malos y buenos se van encontrando por su camino, como lobos que muerden la moraleja de ese sentido de lo inseguro, la madurez que se olfatea desconfiada, donde las gamberradas a veces deparan unas consecuencias amargas, que es de lo que trata la película. Y ese mensaje es transparente en ella; lo que deja ver es la realidad de una juventud perdida en un presente incierto y un futuro que se aventura desolador.
Una de las cotas del Festival en su Sección Oficial de las primeras jornadas ha sido el descubrimiento de la película francesa “La guerre est declarée” dirigida y protagonizada por Valérie Donzelli. Con un distanciamiento complicado por el tema que trata, cuando esas células se vuelven locas en nuestro cuerpo y convierten su crecimiento en el temible cáncer (además en el cuerpo de un niño…), la directora traza una narración que huye de los clichés impuestos para el drama en estos casos. Y dota a su película de una frescura inusual, de un humor que sale a la luz en los momentos más crudos e incluyendo, como sorpresa, un número musical entre sus esforzados intérpretes principales. Y lo más curioso es que todos estos detalles no estorban sino engrandecen la película. Es un largometraje inteligente a pesar de su condescendiente final. Parece que sin querer estirar las notas dramáticas, le ha dado una sutil y entretenida visión al drama que entrega. Y la película ha salido bien parada, incluso con momentos que llegan a emocionar, que ya es mucho.
Con ese tono salvaje y enfebrecido de películas de teenagers armados, esta vez para luchar contra una pandilla de monos-lobos alienígenas sin ojos, se presentó la británica “Attack the block” (Joe Cornish, 2011), que venía de verse en Sitges. Sables, pistolas de agua, bestias negras con los dientes iluminados y un ritmo frenético para una cinta que hará las delicias de los amantes del terror adolescente, aquel que mira a los ojos a películas de la talla de “Bienvenidos a Zombieland” (Ruben Fleischer, 2009) y cosas por el estilo. Igual le falte un poco de mala leche, un poquito más de humor negro; pero aún así no deja de ser un fresco y desvergonzado entretenimiento.
Y de la Sección Esbilla llegó el interesante documental “The Black power mixtape: 1967-1975”. Coproducción entre Suecia y Estados Unidos, dirigida por Göran Hugo Olsson, quien también se encarga de su guión, trata de unos testimonios esclarecedores encontrados en los sótanos de la televisión sueca. En ellos se han rescatado datos e imágenes que se recogen de aquellos reporteros suecos que habían filmado en los Estados Unidos entre los años que cita el título del largometraje. Y se habla de la represión social de una comunidad que busca cumplir un espacio que le es propio, en un país que le ha apartado durante décadas y que ha sufrido la vergonzante humillación por tener diferente color de piel. El espíritu del Black Power, que tuvo a sus máximos exponentes en líderes como Martin Luther King y Malcom X, en una época marcada por la guerra de Vietnam y las revueltas policiales. Sin ningún espacio para el sarcasmo, sus minutos dejan esa huella en el recuerdo de una comunidad que ha dejado mucho más que su impronta en la sociedad contemporánea. Y ese espíritu, que ha llegado hasta nuestros días, no debe dejar de olvidarse. El documental se encarga, de forma concisa, de hablar de ello. Imágenes, en definitiva, de un pasado joven y de un futuro lleno de imágenes donde los jóvenes son también protagonistas.
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