Nos hemos despertado hoy con no pocas alegrías en la Sección Oficial a competición. Por una parte, la losa realista y atormentada de la coproducción afgano-francesa, “The patience stone”, donde la actualidad que nos llega es tan dura o más que la retratada fílmicamente a lo largo y ancho de los festivales donde se pasea este tipo de cinematografía. Hay que agarrarse donde uno pueda para soportar, con innegable paciencia, el arduo sinsabor de una película donde la mujer es arrastrada por la piedra de una sociedad que de tan lejana nos parece marciana, casi surrealista. Pero todo lo que reflejará si bien será cierto y pone los pelos de punta, adolece de una dirección muy pesada, plana, con pocos espacios, pocos medios, unos cuantos protagonistas y dando la vuelta una y otra vez sobre el mismo tema. Trata de una mujer que está cuidando a su marido, en coma tras recibir un disparo en la cabeza. Por si fuera poco, a punto de pegarle dos tiros, decide ganarse el pan ofreciendo su cuerpo a uno de los musulmanes que ha estado a punto de matarla.
Con un final que de enrevesado se vuelve impropio de una película tan simple, se convierte en un largometraje totalmente fallido. La mujer, cuando ya no puede más con su vida, echa mano del Corán para ver si así se arreglan las cosas. Y es ella, una tal Golshifteh Farahani, la que da un recital de sobrehumana catarsis dramática, lo cual eleva bastante el nivel pobre de la película que interpreta. “La piedra de la paciencia” es una película hecha con mucho corazón y poca piel, le falta músculo. Que es, precisamente, lo que le sobra a la danesa “Teddy Bear”. Realizada por un desconocido Mads Matthiesen, juega a retratar un cuento moral donde un culturista intenta encontrar el amor a expensas de su envidiosa madre. Es una película tremendamente predecible, con un ritmo demasiado tosco y donde se le podía haber sacado muchísimo más humor a su enternecedora historia. Pero el humor negro que podía haber sido, queda enterrado en una montaña de músculos de poco ingenio que la hacen muy liviana.
Los que venden la película de Emilio R. Barrachina como un sustrato cómico traído del mundo de Berlanga, con toques a lo Almodóvar deberían pedir perdón por tal despropósito. “La venta del paraíso” es una película absolutamente aburrida, sin pizca de gracia y donde el absurdo se convierte en tedio. Si hay que rendir un homenaje hay que hacerlo con respeto o, por lo menos, con algo de gracia. Y lo de ver a un perdidísimo Juanjo Puigcorbé travestido denota un total desinterés por extraer divertimento en lo que es caída libre hacia el abismo de la tontería y el querer enlazar una secuencia tras otra, la cual más olvidable. De la Sección Oficial, por ahora, es lo peor visto.
Y en un único pase general se proyectó, tras ganar el Premio del Público en Sundance y San Sebastián, “The sessions”, donde ha llenado las salas de ambos festivales. La película, que no considero que sea para tanto, sí tiene una excelente interpretación de una gozosa Helen Hunt, además de la agradable presencia de William H. Macy. La historia real de este enfermo (Mark O’Brien) sometido a un pulmón artificial por una enfermedad de polio está bien llevada, interpretada y contada, con las suficientes dosis de humor negro que aligeran las situaciones, muchas de ellas embarazosas. Es una película muy agradable de ver y donde su productora, que estrenará la película en España como primer país europeo en su lanzamiento, se debe de estar frotando las manos ya que el boca a boca está asegurado. Su guión, lo mejor del largometraje, deja un poso de pena ante una situación donde la solidaridad, el desamparo y la compasión son dosificadas por elenco actoral con una solvencia abrumadora. Sólo los americanos saben dar balance del entretenimiento de esta manera y sacar partido de una situación dramática de esta manera, no hay duda. Y la película es, por ello, muy entretenida, de principio a fin.
Sin comentarios