En el guardarropa del Barba Azul no caben las mentiras.
Todo es auténtico, hasta las copas que emborrachan a las chicas de compañía en el local Barba Azul en el epicentro de Ciudad de Méjico.
Ritos ancestrales bendicen el lugar y lo descargan de malas energías. La decadencia no se desmorona. Se invoca al más allá, y desde el más acá se repintan las llamas del infierno y los relieves eróticos que decoran el salón de baile. El cansancio y la resaca se ocultan tras el rímel, las pestañas postizas, las cejas recién delineadas, los corsés apretados. Los tacones siempre ayudan a estar a la altura.
En este universo femenino los hombres son solo los que pagan como clientes o los que reciben la vida, el aliento la ayuda,… de estas mujeres valientes. No son culpables (aquí no se juzga a nadie) no son nada en comparación a estas madres que mueren dando vida.
Mami es la reina del ropero, administra el papel higiénico, cuida de los baños de las chicas, pero sobre todo humaniza su territorio. Abajo en la pista las chicas son pirañas, los clientes quieren propasarse, todo es tensión, pero cuando suben al ropero una atmósfera en la que prima el respeto las apacigua.
Carmen deja atrás su nombre y sus prejuicios, sabe lo que tiene que hacer para conseguir el dinero que necesita. Tras quedarse viuda no busca empatarse con un hombre, prefiere proteger a los suyos de los posibles abusos. Es capaz de hacerlo todo por seguir adelante.
Nada es sórdido, no se busca la compasión, me sorprende lo diferente que es la mirada de la directora Laura Herrero Garvin a la de Arturo Ripstein que en alguna ocasión también retrató estos ambientes.
La productora ELEMEDIA nos permite disfrutar de esta propuesta valiente en femenino y en singular, a caballo entre el docudrama y la auto-ficción. Magnífica interpretación. Solo un pero: me sobran los subtítulos porque estas chicas habla muy clarito.
Critica de #JMConte
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