Uno ve Six days in Spring, Maspalomas y Nuremberg y entiende la papeleta que tiene el Jurado de la Sección Oficial todos los años. No pueden ser propuestas más diferentes en todo: temas, elenco actoral, interpretaciones, puestas en escena, presupuestos, etc. Es como preguntarle a un comensal si se queda con la tortilla de patata de su madre, un rodaballo a la parrilla del Elcano o la última creación esférica y humeante de Daviz Muñoz. Para poder meterlas en un mismo cajón hay que situar el denominador común en el concepto genérico y absoluto de “comida”. En el caso de las tres primeras, les une que son “cine”.

En la propuesta del estadounidense James Vanderbilt contamos con dos excelentes actores protagonistas -Russell Crowe y Rami Malek-, amén de un buen elenco de secundarios; el juicio de Nuremberg contra la cúpula nazi se ha cartografiado hasta la saciedad, si bien Vanderbilt acierta al encontrar esa mirada distinta para no caer en el terreno trillado, que supone centrarse en el antes del juicio, en el análisis psiquiátrico de Hermann Göring para determinar si es o no es apto para ser juzgado; la puesta en escena es buena, las interpretaciones, también… pero, toda la película rezuma ese “hacer hollywoodiense” molesto, que no llega en este caso a lo que vagamente se denomina “americanada” pero sí tiene esa pátina de espectáculo que mengua la verosimilitud de la narración.
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