Realismo mágico de proximidad.
En un pueblo de Granada, entre secaderos de tabaco, se suceden ensoñaciones y alucinaciones mientras pasa la vida.
En el coinciden dos mujeres una niña de ciudad y una adolescente loca cuyas historias se entrelazan. A través de los ojos de la niña vuelvo a recordar mi infancia rural, con un punto naif y amable y sin escatimar escenas duras en las que la vida duele. La adolescente se siente frustrada por lo que no tiene, ajena a la realidad, hasta que un mal tripi la hace aterrizar en una realidad incómoda que se le había ocultado.
La interpretación y el trabajo de los niños, especialmente Vera Centenera es magistral, imposible no ver en ellos los niños que fuimos, o la infancia que quisimos tener. La magia entra en la historia de manera muy natural, los monstruos amables lloran la pérdida de una forma de vida que desaparece. La gente del lugar son coprotagonistas que no desentonan.
Ada Mar Lupiáñez interpreta con corrección a una adolescente que se identifica con los pajarillos que tiene su abuelo en una jaula. Un día les abre las puertas pero no salen a vivir con libertad.
Rocío Mesa construye una película conmovedora, ideal para cargarse de energía positiva, que tiene paralelismos con Alcarrás de Carla Simón.
Critica de #JMConte
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