«Soy un cerebro, Watson, el resto es mero apéndice«
Un personaje que tiene siglos de historia… bueno, mejor dicho, de historias. Así es. Las aventuras de nuestro entrañable detective han sobre vivido y continúan vigentes desde que fueron creadas por su autor, Sir Arthur Conan Doyle.
Conan Doyle fue un escritor escocés, que nació en 1859 en Edimburgo. Se dedicaba principalmente a la medicina, pero fue mayor el reconocimiento social a través de las publicaciones de obras literarias, inicialmente de carácter histórico (como “La Compañía Blanca”) y, finalmente con lo que consiguió su mayor éxito fue con las aventuras del detective Sherlock Holmes. Entonces no dudó en abandonar su trabajo como médico, del que no sacaba demasiados frutos, para dedicarse exclusivamente a la escritura. ¿Podríamos encontrar un paralelo suyo con el acompañante del detective, el doctor Watson, que logra el reconocimiento social al cooperar con su amigo?
La persona que le inspiraría para la creación de su protagonista fue el Doctor Joseph Bell, cuyos métodos de deducción (de los detalles menos insospechados lograba intuir la causa de la enfermedad de su paciente) causaron notable admiración en el público y sobretodo, en el escritor; de él también tomó la expresión de “elemental” que solía repetir reiterativamente cuando hacía un descubrimiento. Después de más de diez años de éxito con las novelas del detective, Conan Doyle se trasladó con su mujer a vivir a Suiza, junto a las Cataratas del Reichenbach. Aquel pintoresco paisaje le inspiraría para darle un final honroso a su héroe, que terminaría precipitándose por ellas arrastrando con él a su enemigo, el profesor Moriarty. Cuando publicó la muerte del detective fue causa de un gran escándalo en la opinión pública, pero aun así, él se negó a rescatar de la muerte a su protagonista.
Desde este éxito, sirvió como corresponsal de guerra, escribiendo interesantes textos con la Primera Guerra Mundial de fondo, manteniéndose informado de lo que ocurría en todos los frentes y defendiendo a los británicos de la comprometida situación que los acusaba de abusar de los Boers. Este trabajo le procuró el título de Caballero (“Knight of Grace of the Order of St-Juan of Jerusalem”). Al final de 1903, un editor convenció a Doyle a que recobrara el personaje de su destino fatal a lo que accedió. Mas tarde, Conan Doyle crearía hasta treinta y tres nuevas aventuras de Sherlock Holmes. Entonces, el propio escritor se transformó en el verdadero Sherlock Holmes resolviendo él mismo casos imposibles e imitando las técnicas de su aventurero personaje. Hay que decir que logró acertar en muchos de ellos (como el “Caso Edalji”)…
En sus últimos años, el escritor se aficionó con el Espiritismo, volviéndose en un gran defensor de oscuros medios de indagación de la mente.
FICCIÓN Y REALIDAD, EN LAS OBRAS DE CONAN DOYLEY. LAS ÚLTIMAS ADAPTACIONES EN LA GRAN PANTALLA Y LA PEQUEÑA PANTALLA
William Sherlock Scott Holmes fue descendiente de terratenientes. Se le presenta como un personaje solitario, que sólo tiene junto a él a su leal amigo Watson y un familiar, su hermano mayor, Mycroft. Éste tiene importantes cargos en el gobierno y perteneciente al Club Diogenes de Londres. Dicho personaje aparece en la segunda entrega del director Guy Ritchie, también autor de la primera película de Sherlock Holmes y de Snatch, “Cerdos y diamantes”, con un gran parecido de carácter al su hermano, un ser algo particular y tocado por cierto desequilibrio…
La idea de convertirse en detective surgió en su etapa estudiantil, en la Universidad de Oxford, momento a partir del cual se le iba a considerar el primer Detective Asesor Privado del mundo. Su carrera como en este campo empieza a los 24 años y, es en 1881, cuando conoce a quien sería su compañero de aventuras, el doctor Watson. Junto a él consiguió resolver hasta 500 casos, entre los que se encuentran los dos de las últimas películas de Guy Ritchie.
En la primera aventura (Sherlock Holmes, 2009), basada en la obra de Lionel Wigram, Sherlock Holmes, un excepcional Robert Downey Jr., que logró el Oscar, debe resolver una ola de asesinatos cometidos por un personaje oscuro que domina las artes ocultas, Lord Blackwood (Mark Strong). Para ello, recurre a la ayuda de su escurridizo amigo, el Doctor Watson (Jude Law) que quiere evitar los problemas, ahora que está comprometido, que siempre se ve metido por su compañero. La comicidad de este film resalta en la personalidad que le regala Downey a su personaje, quien sabe interpretar esta personalidad compleja a la perfección, su particular impaciencia, arrogancia y la vanagloria del detective. Esto favorece la amenidad de la película y la intensidad de la acción en muchos momentos, tan sorprendentemente desmontados gracias a la minuciosidad de la cámara lenta, como si tratase de imitar la investigación detallada del detective.
La música que acompaña el ritmo del film pertenecen a las notas rasgadas por el violín de Sherlock, que exterioriza la personalidad del detective, algunas veces energética, en momentos claves para resolver un enigma, y otras veces resulta más sosegada y personal. El vestuario es único, cada personaje es definido por el atuendo que lleva y por tanto, ofrece así una múltiple creatividad al estilo de la época.
Una estética que se mantiene en la segunda entrega, aunque el trabajo de la cámara lenta puede haber llegado a agotar por sus repetidas apariciones, salvo en la toma de la lucha final contra el Profesor Moriarty, en donde resulta admirable. Sin embargo, no podemos aplaudir de igual forma la trama. La esencia de Holmes y Watson se mantiene ofreciendo fuerza y apoyo donde el guión lo pierde. Las escenas recargadas de acción sustituyen momentos que podrían haber sido más propios de una analítica más psicológica, como sucede en la película anterior o en las obras de Doyle. La última obra de Guy Ritchie parece ser más oscura, no sólo por la presentación de un personaje que compite con las habilidades de Holmes, sino porque así mismo, la ambición de las fuerzas opuestas es superior a la primera aventura, en este caso, por un desenlace que podría conducir a la Gran Guerra.
La serie de Sherlock de la BBC y cooproducida por Harstwood films y WGBH es una actualización contemporánea de las novelas de sir Arthur Conan Doyle de las aventuras de Sherlock Holmes y el doctor John Watson. Al principio iba a ser una obra dramática de tan sólo 60 minutos, pero al ver el éxito del piloto, los creadores de la serie se lanzaron a crear varias temporadas, e incluso está en marcha una tercera. Quienes la dirigen son Steven Moffat y Mark Gatiss -cada uno se encargó de escribir un episodio, lo que añade una peculiar personalidad a la serie- y ambos gozan de una experiencia en la creación victoriana para la televisión (El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde y el Doctor Who). Steven Moffat, con la serie, nos revela que buscaba recuperar la esencia de las historias de Conan Doyle y romper el canon de las hasta entonces adaptaciones de las novelas del escritor: «Las historias de Conan Doyle nunca fueron sobre abrigos y luz entre gas, sino que son sobre deducciones brillantes, con villanos terribles y crímenes sangrientos… y, francamente, al diablo con la crinolina. Otros detectives tienen casos, Sherlock Holmes tiene aventuras y eso es lo que importa».
La diferencia que podemos encontrar con respecto a las novelas originales, es que el personaje del detective y su compañero, el Doctor John Watson, no se encuentran en el siglo XIX sino en el Londres de la actualidad, por lo que se ha llevado a cabo una modernización de los casos, los instrumentos de investigación y la ambientación de las historias. Los detectives utilizan tecnología moderna para resolver los casos (telefonía, Internet, GPS…) -herramientas que el personaje Sherlock Holmes, independientemente de la época, emplearía para revelar los crímenes y los misterios, además de la propia genialidad y habilidad de la que siempre hace gala. No obstante, a pesar de su actualización, la serie mantiene la esencia de la obra original: los enemigos, la personalidad de los protagonistas, los casos a resolver, la calle donde residían ambos amigos (calle Baker)… Es decir, no se viola en absoluto la adaptación de Conan Doyle, sino que, simplemente, se actualiza.
La estética de los episodios quizás nos pueda parecer en un principio muy similar a las típicas series modernas de investigación criminal, donde se nos presenta el caso con sus pistas, a través de las cuales, los detectives van descifrando el misterio. No obstante, la serie Sherlock goza de la peculiar esencia de las novelas de Conan Doyle; la entrañable personalidad de la pareja de héroes, Sherlock y Watson, la inteligente y peculiar forma de Holmes de desenmascarar a los criminales y la intriga de los casos basados en las novelas del escritor, ofrecen una línea argumental atractiva y novedosa, que engancha al espectador desde el primer momento. Quizás, al ser los episodios –de hora y media más o menos cada uno- una versión resumida de algunas de las aventuras de Sherlock Holmes creadas por Arthur Conan Doyle, los capítulos pueden resultar bastante fugaces y por lo tanto, muy intensos. Logramos empatizar enseguida con los protagonistas, aunque los secundarios quedan algo desdibujados ya que el escaso tiempo de narración evita que podamos introducirnos más en cada uno de ellos; entonces, sólo a través de los capítulos, podemos conocer, muy poco a poco, las peculiaridades de los personajes principales, así como sus fortalezas y debilidades.
El actor Benedict Cumberbatch (reconocible por su aparición en el film de Steven Spielberg, War Horse, su aparición como villano en la última de Star Treck o dando vida al dragón Smaug en la segunda de El Hobbit) es quien interpreta a Sherlock Holmes en la serie. Este joven y algo desconocido actor presenta una imagen del moderno dandie. Parece un hombre inteligente, interesante y de mirada audaz y fría, perfecto para encarnar al famoso detective. En esta serie, el Sherlock Holmes en la actualidad es un hombre que no se deja empujar por la masa, una persona observadora, diferente, que marcha a contracorriente y que además, quiere demostrar que por eso mismo, está por encima de los demás; quiere que le reconozcan que el mismo hecho de ser diferente es una cualidad a elogiar. Aunque, no por eso es indiferente, por mucho que pretenda creérselo; su deseo de demostrar su superioridad queda bastante lejos de la realidad interior que construye al personaje. Martin Freeman (a quien hemos visto protagonizando la película de Peter Jackson, El Hobbit) debía encarnar al sensato, recto y leal de Watson. Mientras Benedict en su papel de Holmes debe presentar el alto psicoticismo del sujeto inquieto y provocador, Freeman desempeña el otro lado de la balanza psicótica, una más funcional y racional. Como en la novela, en la serie de la BBC Watson se encarga de transmitir las aventuras de su compañero y es quien ayuda a Holmes a «regresar a su humanidad»; no obstante, a diferencia de las novelas, en vez de escribir las heroicidades de su amigo en un libro, el nuevo Watson presenta sus éxitos a través de un blog (como buena adaptación a la modernidad), donde los fans e interesados siguen al famoso detective, convirtiéndole así en una imagen mediática.
La serie se arriesga a ser considerada una más del montón de las múltiples adaptaciones de las novelas de Sir Arthur Conan Doyle; no obstante, la elaboración del guión, la perfecta construcción narrativa que nos conduce muy ordenadamente a atar todos los hilos que tejen la historia, así como el respeto por la creación del escritor, convierten a la serie de Sherlock de la BBC en una obra mejor lograda que otras muchas que también salieron a la luz durante los últimos años (por ejemplo, las películas de Guy Ritchie) y de nuevo nos recuerda que el personaje de Sherlock Holmes no muere con el tiempo, sino que incluso puede convertirse en un icono moderno en la lucha contra el crimen.
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