La nueva aventura del dios nórdico Thor mantiene el ritmo y tono de su predecesora, realizada por Kenneth Brannagh, pero esta vez su nuevo director, Alan Taylor, se detiene en resaltar el lado más ambiguo de las personas, no tanto de los antagonistas, los elfos oscuros –a los que representa dominados completamente por la oscuridad-, sino más en aquellos que combaten por el bien, los cuales pueden sucumbir fácilmente al mal; en este sentido, en la segunda parte de Thor se replantea la idea de héroe –aspecto que podemos apreciar en las últimas adaptaciones cinematográficas de los cómics de superhéroes-.
Alan Taylor es un director de televisión estadounidense que ha marcado un estilo narrativo tras la creación de la serie de éxito mundial llamada Juego de Tronos que resalta el género épico en sus historias. Comparando el trabajo de la primera parte de la saga (realizada por Brannagh) con esta última, en Thor 2 aprendemos más sobre el mundo de los dioses nórdicos, aunque no más que pinceladas, pues nos traslada de la Tierra a Asgard a través del portal que las conecta sin llegar a situarnos en concreto en ninguna de las dos realidades. A parte de eso, el problema que percibimos en el guión es que tampoco llegamos a conocer bien a los antagonistas ni sus verdaderas motivaciones; nos plantea un conflicto sin definir -salvo la simple y repetida idea de que de nuevo la víctima es la Tierra y la humanidad que habita en ella-.
El impulso del argumento lo lleva una sustancia que otorga poder y oscuridad a la persona en la que se alberga -casualmente se introduce en la novia de Thor cuando ésta busca el modo de volver a encontrarse con el héroe- y la cual los elfos oscuros, antiguos enemigos de los habitantes de Asgard, buscan poseer. En esta segunda parte, de nuevoThor es el gran héroe, aunque esta vez es más vulnerable, ya que presenta varios frentes de debilidad: su amor hacia una mortal (Nathalie Portman, una de las actrices más reconocidas del cine actual por su intensa aportación dramática a sus personajes) y la escisión de su familia y de su reino por actuar en contra de la orden de su padre, Odín, al tomar una decisión que le conduce a apoyarse en un enemigo, su hermano Loki. El actor que interpreta a este dios es Chris Hemsworth, quien ha forjado su carrera –y éxito- tras ponerse el traje de superhéroe; su fama se extendió en cuanto participó en la primera película de Thor y a partir de entonces le llovieron papeles protagonistas donde se le exigía un gran trabajo interpretativo –aunque más bien de imagen física-, como Blancanieves y la leyenda del cazador o Star Trek-. Algo interesante a resaltar de la película es que esta vez se detiene en ofrecer un mayor protagonismo a Loki, quien comparte la heroicidad con su hermano, consiguiendo ser el personaje con más matices y el más atractivo del filme.
El tono cómico y a la vez dramático de la saga de Marvel de Thor establecida por Kenneth Brannagh al estilo de Iron Man funciona bastante bien, aunque a veces parece algo algo rebuscado, ya que la historia no se limita a atrapar al público mediante trepidantes escenas de acción, sino que también ofrece ratos amables y divertidos –los encuentros familiares y la forzada relación amistosa entre ambos hermanos, Thor y Loki-. Una lástima que el filme sólo se centre en destacar la conexión extraordinaria entre dos mundos completamente diferentes y el duelo moral que sufren los dos únicos protagonistas: Thor y Loki y que no quede bien definido el conflicto, en el que se podría haber explorado más la lucha entre un poder administrador de oscuridad y el bien.
MARTA GARCÍA OUTÓN
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