Pablo Larraín sorprende con EL CLUB
Decir que el director chileno venía de tapado al festival sería no decir la verdad porque su última película, El Club, ganó el Premio del Jurado en Berlín. Pero aquí, en San Sebastián, compite en la sección Horizontes Latinos y nadie se esperaba el impacto de su película. El director de la fantástica No se ha pasado la mitad de su carrera retratando la impunidad, la de Pinochet o la de ese falso Tony Manero, y aquí vuelve a hablar de lo mismo solo que mucho más cruel, complejo, perturbador y terrorífico que nunca.
Muchos de los curas que cometen crímenes, como los abusos sexuales o el robo de niños, no son castigados por los estamentos pertinentes sino que son llevados a ‘casas de retiro’ donde purgan sus pecados. Larraín cuenta cómo la existencia de cuatro hombres que viven este retiro se ve interrumpida por la llegada de un quinto que hará que todo se precipite. La nueva iglesia contra la vieja iglesia, si no son acaso lo mismo. Y de fondo el retrato de cuatro de los personajes más despreciables que ha dado el cine moderno. Y lo son no porque hayan violado, matado, abusado o mentido, lo son porque no se arrepienten, porque no asumen los hechos. La religión les sirve como perfecta justificación para reforzar sus acciones, por atroces que sean.
Con este material Larraín ha filmado una película hipnótica y desagradable y también, en cierta forma, espiritual. La luz de su fotografía, de un azul perenne, provoca que la historia ocurra en una madrugada constante. El director mueve a los personajes por la casa, les hace hablar, o más bien vomitar sus pecados, mientras la humedad cala los huesos (y el alma) del espectador. A pesar de todo el realizador no se priva del humor negro. Y como ocurre con el cine de Haneke, es muy complicado no quedar en shock al finalizar el metraje. El Club es una de las películas más impactantes en lo que va de año.
Fuente: eldiario.es
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