Una de las grandes corrientes de Hollywood de los últimos años es la creación de producciones con un impostado aire indie entre las que cada año suele sobresalir una cuando llega la temporada de premios. La última gran representante de esa estirpe ha sido ‘El lado bueno de las cosas’ (‘Silver Linings Playbook’, David O. Russell, 2012), en cuya promoción no se está teniendo reparos en calificarla como la película con mejor rollo del año al mismo tiempo que recuerda lo doloroso que puede llegar a ser el amor. Esta dualidad la define perfectamente, siendo la fuente de muchas de sus virtudes y defectos.
Lo primero que hay que saber sobre ‘El lado bueno de las cosas’ es que es una comedia romántica, ese subgénero que a menudo nos regala producciones maniqueas únicamente destinadas a aquellos espectadores que gozan de la distorsionada visión del amor que nos ofrece el cine más comercial. Es indiscutible que estamos ante una producción que toma varios elementos que bien podrían aparecer en la próxima cinta protagonizada por Reese Witherspoon, pero David O. Russell no deja que eso canibalice su intentona de ofrecer una visión más natural del amor y el dolor humano.
Russell siempre ha tenido una fama de director conflictivo, siendo especialmente célebre su discusión con Lily Tomlin durante el rodaje de la olvidable ‘Extrañas coincidencias’ (‘I Heart Huckabeess’, 2004), aunque también se dice que llegó a pelearse físicamente con George Clooney mientras grababan el final de ‘Tres reyes’ (‘Three Kings’, 1999). No parece una mera coincidencia entonces que el protagonista de ‘El lado bueno de las cosas’ sea bipolar y sufra terribles accesos de ira, y tampoco que eligiese a Bradley Cooper, ya que el protagonista de ‘Resacón en Las Vegas’ (‘The Hangover’, Todd Phillips, 2009) confesó a Russell que él había pasado por una etapa autodestructiva que ya había dejado atrás, siendo en ese delicado periodo de transición donde ‘El lado bueno de las cosas’ incide con especial agudeza.
Ya era un cineasta caracterizado por personajes – o situaciones- llevados al extremo, pero aquí eso se revela en forma de enfermedad que corre el riesgo de destruir la vida de sus principales protagonistas. La recomposición individual y la peculiar actitud de los personajes es más que suficiente para que el previsible triángulo amoroso que se plantea no resulte algo molesto, sino una etapa clave para alcanzar esa ansiada felicidad. Todo esto queda reflejado de forma directa en una secuencia inicialmente controlada por un renacido Robert De Niro – he perdido la cuenta de los años que hacía desde su última gran actuación-, pero que acaba siendo otro momento más en el que Jennifer Lawrence demuestra su desbordante talento
La magnética presencia de la protagonista de ‘Winter’s Bone’ (Debra Granik, 2010) está a punto de comerse la película, pero justo es reconocer que Bradley Cooper, un intérprete que había vivido hasta ahora de su presencia más que de sus dotes interpretativas, sabe llevar bien el peso del relato pese a lo frustrante que llega a hacerse que el espectador sepa mucho antes que él sus sentimientos hacia la primera. Es en la relación con su ausente esposa – únicamente hace acto de presencia en el momento más inoportuno y no teniendo más trascendencia que la de incidir en su papel como molestia para el romance verdadero que se nos ha presentado- donde ‘El lado bueno de las cosas’ presenta varias debilidades, ya que sólo consigue enganchar al espectador cuando muestra el dolor del protagonista, siendo totalmente intrascendentes sus intentos por recuperarla. No deja de ser una reaparición de su destructivo pasado que le impide avanzar a él y a la propia película, pero hace desfallecer a una cinta que acierta a la hora de mostrar los procesos para la regeneración de la capacidad de amar a otra persona y los vínculos con tus progenitores.
La otra gran concesión de la película a lo convencional es la ya famosa escena de baile en la que Lawrence da rienda suelta a esa sensualidad que amenazaba con explotar en cualquier momento – hasta entonces lo hacía de forma meramente verbal con su confesión sobre lo que hace para intentar sobrellevar la muerte de su marido- . Se agradece que Russell rehuya los subrayados habituales que podrían haber convertido a ‘El lado bueno de las cosas’ en una comedia romántica del montón con el disfraz de cine indie profundo, pero le falta un poco más de arrojo, tanto formalmente – bastante anodina si lo comparamos con ‘Lincoln’ (Steven Spielberg, 2012), cinta ante la que probablemente sucumba en su lucha por el Oscar- como argumentalmente, donde no todos los apuntes cómicos funcionan igual de bien – sorpresa agradable la presencia de Chris Tucker, eso sí- y la densidad de su reflexión no llega a resultar tan fascinante como se propone.
He de reconocer que nada más ver ‘El lado bueno de las cosas’ la “desprecié” un poco al ver en ella poco más que otra película indie de mentira más o menos bien resuelta, pero lo cierto es que es una buena película, algo lejos de ser mi preferida entre las aspirantes al Oscar de este año, pero con no pocos atractivos – la vibrante presencia de Jennifer Lawrence y el poder ver la mejor actuación de Robert De Niro en muchos años son los más llamativos, pero no los únicos- que justifican su visionado y el prestigio que ha conseguido.
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