Hagiografía de Pina

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Título: “Pina”.
Director: Wim Wenders.
Guión: Wim Wenders.
Intérpretes: Tanztheater Wuppertal.
Duración: 103 m.
País: Alemania, Francia, Reino Unido.

Estrenado el pasado mes de febrero en la Berlinale, el documental “Pina” del realizador alemán Wim Wenders es una hagiografía en toda regla sobre la figura de Pina Bausch (1940-2009). Las virtudes del 3D ayudan a romper la cuarta pared, acercando al espectador la magia de las creaciones de la coreógrafa teutona. A lo largo de cien minutos, la cinta de Wenders se recrea en varias obras capitales de Bausch y las adereza con entrevistas de los componentes de la compañía Tansztheater Wuppertal, que ella dirigía. Las declaraciones de los integrantes de la formación germánica escoran el documental hacia la santificación de Bausch, constituyendo un lastre para comprender su relevancia en lo artístico. Ciertamente, si algo caracterizó a la creadora alemana fue la fidelidad a sus bailarines, quienes estuvieron en activo un plazo de tiempo muchísimo más extenso que el común de los intérpretes en el mundo de la danza y el ballet. Para ellos, hablar de Pina Bausch es como hablar de un miembro de su familia, es la historia de su vida.

Obviando la elevación a los altares de la coreógrafa, “Pina” exhibe fragmentos de las célebres “La consagración de la primavera” (1975), “Café Müller” (1978), “Kontakthof” (1978) y “Vollmond” (2006), sin duda, piezas mayores del repertorio de Bausch. El escenario cubierto de tierra es el marco donde se desarrolla la confrontación de “La consagración de la primavera”, combate de sexos que finaliza con el sacrificio de la elegida para apaciguar a la Madre Tierra. No es ni mucho menos novedoso el tema, pues en 1913, Nijinsky estrenó su polémica versión en el Teatro de los Champs-Élysées, terminando aquello en una guerra campal. La soledad y el deseo emergen en un escenario cubierto de sillas, creando una atmósfera gris en “Café Müller” –alternando proyecciones antiguas con más modernas-, por donde baila Pina Bausch con los ojos cerrados, sintiendo a los demás; sintiéndose a sí misma. La aparición de los elementos –tierra, agua, viento, fuego- era otra clave de sus puestas en escena. Un lago, la lluvia, una orgía de líquido elemento inundan “Vollmond”. La reelaboración de una pieza de repertorio, “Kontakthof” (1978 y 2000) ofrece el contraste entre bailarines no profesionales de más de 65 años y los intérpretes de la compañía: mismo lenguaje, mismos movimientos, diferente profundidad, porque la infancia y la vejez fueron otros temas que exploró Bausch en obras como “Für die Kinder von Gestern, Heute und Morgen”.

La lentitud de sus movimientos, la evocación a la belleza, el niño interior y los ritos humanos fueron algunas de las claves de su elaboración coreográfica. Fallecida repentinamente de cáncer, mientras creaba “Como el musguito en la piedra ay, sí, sí, sí”, un fragmento de la canción “Volver a los 17” de la cantautora chilena Violeta Parra, Wim Wenders reorientó el proyecto y creó una película “para” Pina, en lugar de una “sobre” o “con” ella. Considerada una figura capital de la danza del fin del siglo XX, ahora es necesario que el paso del tiempo elimine los tintes hagiográficos de sus seguidores y sitúe por derecho propio a su obra en el lugar adecuado. Pina ha muerto, ¡viva Pina!

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