David Finkel, ganador del Premio Pulitzer en 2006 –finalista en otras tres ocasiones- y reconocido por otros premios como el Robert F. Kennedy Journalism Award y Missouri Lifestyle Award, es redactor del Washington Post. Su periodismo de iniciativa le ha conducido a informar desde África, Asia, America Central, Europa y Estados Unidos. Con Los buenos soldados, el autor acompaña al Batallón 2-16 a Bagdad en el año 2007 y presenta el rostro que se oculta tras la máscara que se ha creado entorno a la guerra de aquéllos que la vivieron y sufrieron en primera fila. Existen obras más aplaudidas que ésta que relatan lo que aconteció en una de las guerras más impactantes de nuestro tiempo –la cual marcó un principio y un fin en las relaciones norteamericanas e iraquíes-, como Horse Soldiers, de Doug Stanton, o Fiasco, de Thomas Ricks; sin embargo, Los buenos soldados manifiesta como ninguna otra las repercusiones que conllevó la tragedia para el presente y futuro de todos esos hombres.
El autor se aleja de la política –a la cual sólo presenta enunciada al inicio de cada capítulo para destacar una determinada postura o idea del presidente George Bush- para sumergirnos en el mismo corazón del conflicto, siguiendo a estos soldados –a los que presenta con nombre propio- en los momentos de horror y en las livianas ráfagas de esperanza y humanidad que pudieron hallar en un lugar tan lejano a sus hogares.
Aunque tenga una forma de narración similar a la ficción que hace la lectura llevadera y amena, el contenido no puede ser más real y que el lector sea consciente de ello, impacta más de lo esperado. El libro está narrado con un discurso novelado, hiperrealista, y se sirve de la entrevista para convertir la historia en un diario personalizado que retrata las experiencias vividas y los sentimientos que éstas provocaron en los soldados. El empleo de un trabajo periodístico expresado mediante un lenguaje literario nos demuestra que David Finkel se ha adelantado a la profesión y ha descubierto una forma diferente de servir al oficio –retratar la verdad y esclarecerla para el lector-. David Finkel relata la experiencia durante ocho meses en la guerra de Irak uniéndose al batallón apodado Los Rangers, formado por soldados de 19 años de media, y lo hace siguiendo el estilo y formato de un diario –protagonizado por el Teniente Coronel Ralph Kauzlairch-, donde las fechas que marcan el ritmo del libro siguen los acontecimientos más emblemáticos de las misiones y situaciones de los soldados y de sus choques y encuentros con la población iraquí, y como resultado nos delega una obra que habla sobre muerte, miseria y decepción.
El autor se aleja de dar cualquier juicio moral y escribe de forma objetiva una realidad, apoyándose de entrevistas y fotografías, dejando que sean las palabras de los hombres a los que acompaña las que demuestren el verdadero significado de aquella situación: “La guerra estaba al borde del fracaso. La estrategia de lograr una paz duradera […], de derrotar al terrorismo […] de extender la democracia por todo Oriente Medio […] de llevarla al menos a Irak […] había fracasado. La mayoría de los norteamericanos […] estaban hartos y querían que los soldados volvieran a casa». De esta forma, expone el error de un gobierno que respondió a la guerra con guerra, el intento fallido de ayudar a un país que tampoco quería ser ayudado y las consecuencias que conllevó el idealismo norteamericano aferrado a la idea de que la victoria estaba asegurada. Sin duda, éste es un libro de consulta al que debería tener acceso todo presidente a punto de conducir un conflicto más allá de las propias fronteras.
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