“Estrella fugaz”. Eso significa el título de Stella candente; quizás para establecer la simbología con el reinado de Amadeo de Saboya de España: breve (1870-1873), ilustrado y pronto olvidado.
Amadeo de Saboya fue el primer rey de España en abdicar. Le tocó gobernar durante unos años convulsos, una situación de inestabilidad política en la que se vivió momentos similares al proceso de cambio que se está intentando traspasar actualmente en España: empobrecimiento, lucha de estamentos y la tradición… Aunque la película comenzó a producirse antes de que llegase a estallar en el país una situación parecida a la de la época de Amadeo de Saboya, es imposible no buscar las coincidencias políticas que se reflejan en el filme.
Lluís Miñarro asegura que su película, su primer largometraje de ficción, tiene una firma muy personal, como todos los proyectos en los que participa (El tío Boomee recuerda sus vidas pasadas (2010), El muerto y ser feliz de Javier Rebollo o Still the water con Naomi Kawase). Sin duda, la puesta en escena lo evidencia, pero en especial el protagonismo del subconsciente y cómo éste afecta a los elementos fílmicos. Stella candente sigue una narrativa no lineal, ambigua y esperpéntica, ya que persigue expresar cómo fue la mente del monarca español. En cambio, la puesta en escena es teatral, con una fotografía barroca, aunque con tintes rococós que imitan la extravagancia de palacio y los juegos eróticos, pero también se vuelca sobre el neoclasicismo y el perfecto equilibrio de luces y sombras, figuras y fondos, que nos recuerdan a las pinturas de Velázquez.
Amadeo de Saboya, “el último rey republicano”, es un personaje fascinante, un protagonista claroscuro, de múltiples matices, al que no se le puede interpretar si no es entrando en su subconsciente. De hecho, Lluís Miñarro lo hace, y saca de ahí tanto luz como basura, sobre todo al indagar en los instintos más básicos del monarca. El actor barcelonés, Álex Brendemühl (El cónsul de Sodoma, Héroes, Entrelobos, El bosque), cumple las expectativas al interpretar un personaje tan complejo desde la atemporalidad, sujeto al subconsciente desordenado del rey.La falta de documentación acerca de este soberano ha facilitado el trabajo imaginativo del director, quien ha construido la biografía del personaje asentándose en los pocos datos conocidos (un rey ilustrado que poseía una gran pasión por artistas como Wagner o Verdi, los grandes literatos de la época y que seguía las ideas progresistas de la época), antecedentes que ha explotado y desarrollado al máximo, convirtiendo la mente de Amadeo de Saboya en el verdadero espectáculo del filme. Que la película siga los entresijos psicológicos del personaje hace que el guión se exponga igual de complejo, lo que convierte la obra en una expresión muy personal e incomparable, pero quizás difícil de comprender y ambigua. Para gustos exquisitos.
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