Ballet contemporáneo en pantalla grande, desde dentro, desde los ensayos, llevando adelante una historia de padre e hijo, de revolución y cambios, de familia, de esfuerzo y sacrificio personal. Son mil pequeñas historias que se juntan para ver el camino de Carlos Acosta desde un pequeño barrio de La Habana hasta los escenarios de medio mundo. Quizás la mayor virtud de Bollaín haya sido el no hacerse notar; parece que es Carlos quien cuenta, dirige y nos mueve por la historia, no hay película, es él mismo contándonos directamente. Tan cercano, que te deja con las ganas de seguir con él, preguntándole qué tal el último espectáculo.
En este camino vemos pasión, mucha pasión en el baile pero no siempre por el baile, siendo algo impuesto por su padre. Pero sobre todo, pasión por la vida, por la familia que se deja atrás, la tierra chica, pasión por encontrar su sitio en el mundo intentando manejar un don que no sabe por qué, pero está ahí. Por eso, salimos con ganas no solo de bailar, sino de vivir.
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