Parece otra película de Spike Jonze con guión de Charlie Kaufman pero no lo es. Su ecléctica propuesta y aroma indi nos recuerda a aquellas originales películas que sorprendieron durante los primeros años de este siglo, gracias a sus guiones de una vuelta más y su realización anti académica que descolocaban al crítico más moderno. Birdman sigue esa línea que deambula entre el cine alternativo y el Hollywood actual, liberándose de cualquier corsé para ofrecernos una más que curiosa película.
Michael Keaton, recuperado para muchos del olvido que produce la industria y su incesante maquinaria de crear nuevos ídolos, interpreta a un actor que podía ser él mismo, en su afán por ser valorado por su calidad interpretativa y no por la estrella que fue. Volcado en una producción teatral que le devuelva al lugar que le corresponde, se enfrenta a sus debilidades, temores y grietas familiares que sembró tiempo atrás. En su camino, se cruza un Edward Norton que representa la cara opuesta del actor y cuyo talento innato para ofrecer interpretaciones verdaderas puede poner en peligro su obra. Un duelo interpretativo de muy alto nivel que seguro se verá recompensado en las próximas citas y galardones del sector.
Birdman está narrada a base de largos planos secuencia, enlazados uno tras otro, que crean una sensación de continuidad y aportan un ágil tempo a la obra. Un recurso que posiblemente responda más a un alarde técnico que a una solución dramática y que parece generarle en ocasiones cierta esclavitud. En cualquier caso, Iñarritu sale airoso del desafío y ofrece una más que notable película que seguirá dando que hablar en los próximos meses.
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