Teatro en mayúsculas lo que nos ha ofrecido la compañía Micomicón con ATRA BILIS, de lo mejor que se ha visto en mucho tiempo en Donostia. Bienvenidos a la zona oscura del alma humana.
Título: ATRA BILIS ( cuando estemos más tranquilas)
Producción: Manuel Agredano, Micomicón producciones.
Autora y dirección: Laila Ripoll
Intérpretes: Marcos León, Yiyo Alonso, Mariano Llorente, Juan Alberto López.
Escenografía: Eulogio Das Penas y Orfilia Seijas.
Asesoría musical y canciones: Marcos León.
Tema original: Pedro Esparza.
Postizos y peluquería: Eduardo Soto.
Sonido: Jorge Cabadas.
Diseño de vestuario: Almudena Rodríguez Huertas.
Realización de vestuario: Toñi Llorente.
Atrezzo: Lali Canosa.
Iluminación y fotografía: Juan Ripoll
Lugar y fecha: Teatro Principal, viernes 28 de junio del 2002.
Noche de tormenta en el campo andaluz, tres hermanas ancianas, una inválida, una virgen y una idiota velan el cadáver del esposo de una de ellas. El tiempo languidece mientras ellas reflexionan sobre su vida, aflorando todos los secretos, todos los cadáveres guardados en el armario, todas las miserias acumuladas durante décadas transformando una noche de oración en una noche de resentimiento y rencor. Sale a flote toda la bilis acumulada por unas mujeres a las que no se les ha dejado serlo, personas agobiadas por “el que dirán” y un clasismo castrador reflejo de un España profunda y cañí. Asistimos al repaso vital de unas ancianas que se odian pero se necesitan porque son el único mundo que conocen, asistimos a una noche de tormenta de humor negro y terror.
Esta obra que tiene mucho de sainete y drama rural nos recuerda en muchos momentos a la Casa de Bernarda Alba (la figura del hombre siempre presente aún sin estarlo ) pero también tiene aires valleinclanescos sobre todo por lo esperpéntico y grotesco de los personajes. Las tres hermanas y una criada que convierten el escenario en un nido de víboras, cuatro sorgiñas con deseos e instintos ocultos, con luces y sombras, agrias y vengativas pero con una gran humanidad que nos mostrarán entre risas el dolor del campo andaluz y esas castas que hunden sus desigualdades en el pozo de la historia.
El gran acierto de Laila Ripoll es que nos hace reflexionar con una sonrisa en la boca, con sentido del humor, sobre una situación terrible en la que nos ha previamente sumergido. Y esto lo consigue a mi entender gracias a unos diálogos mordaces y a la genialidad de un texto que va a más con giros sorprendentes hasta que se cierra el círculo; parece que no ha pasado nada ya que todo esta donde empezó, que han podido los lazos de sangre de esas beatas endogámicas pero al momento somos conscientes que ya nunca nada será lo mismo.
A todo lo anterior hay que añadir una buena puesta en escena, una escenografía escueta pero eficaz, una iluminación inteligente y milimétrica en el cuando y donde que remarca el carácter asfixiante de la obra. Asimismo, la dirección junto a los otros factores antes citados dan a la obra un ritmo ágil.
Pero por encima de todo, hay que destacar el fantástico trabajo de interpretación por la definición que consiguen los actores en cada uno de sus personajes. No hay que olvidar que encarnan a ancianas por lo que hay una complicación añadida a la interpretación que resuelven con gran maestría.
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