Las brujas de Zugarramurdi

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‘Las brujas de Zugarramurdi’, de Álex de la Iglesia, se pone en la pista de despegue. La semana pasada debutó en Toronto y anoche mismo se trajo el Premio de la Medianoche, una especie de medalla para la película más macarra del festival. Después pasará por San Sebastián y el 27 de septiembre se citará con el público en los cines.

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¿Qué nos espera? El Álex primigenio. Ése es es el pronóstico o el propósito o la medida. Después de ‘Los crímenes de Oxford’ (una versión un poco aguada de De la Iglesia que pretendía abrir puertas fuera del mercado en habla española), de la más bien melancólica ‘Balada triste de trompeta’ (bien recibida por la crítica y premiada en Venecia) y de la no muy convincente ‘La chispa de la vida’, el cineasta bilbaíno toma como molde ‘La comunidad’ y las películas clásicas de su carrera. Mucho de ‘gore’, mucho de comedia, mucha negrura (pero negrura de la que da risa) y mucho pop, mucha gamberrada, aunque la palabra esté ya un poco gastada.

¿En qué circunstancias llega de la Iglesia a la cita? Sus últimas películas no funcionaron mal pero tampoco muy bien en taquilla. En cualquier caso, suficientemente bien como para que su productor, Enrique Cerezo, repita con él. Ha trabajado con voluntad de llegar a un público muy amplio y no parece que vaya a apearse de ese propósito. Mario casas aparece en el reparto por si los chicos que hoy tienen 16 años no se han enterado de que Álex de la Iglesia podría ser uno de los suyos. La sinopsis suena a serie Z, a ‘Acción mutante’, con un viaje delirante (unos atracadores, un taxi, Eurodisney como destino) que cruza unos ‘darklands’ llenas de brujas.

¿Suena a Álex De la Iglesia? Sí, bastante. Ahora hace falta que le salga bien.

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