Una de las mayores ovaciones hasta el momento se la ha llevado la familia Salmerón casi al completo que ha contaminado el Festival de una frescura y cercanía que difícilmente se ve en la alfombra roja. Con Julia Salmerón al frente y su hijo Gustavo manejando los hilos han presentado, entre las risas y aplausos del público, lo que podía ser una película familiar doméstica convertida en pieza de festivales gracias al talento y arte de ambos.
La señora Julia tiene un talento desbordado y una capacidad de absorber la atención de la cámara de la que carecen muchos actores. Parece que podrías estar escuchándole durante horas sin para de reír. Eso es lo que debió de pensar su hijo cuando decidió centrar el discurso en ella, después de acumular horas y horas de interminables grabaciones recopiladas durante años. Incluso la protagonista parece tener un talento innato para articular la narración y el drama, como reflejan esos momentos magistrales en los que responde a las preguntas de su hijo: ¿Cómo podríamos empezar la película?, que marca la estructura de la primera parte del metraje, o la aún mejor respuesta a ¿Qué nos podrías decir para terminar? que cierra la película.
Pero hay que reconocer el gran mérito del director que no sólo sabe sacar partido de esa joya en bruto que es su madre sino que además consigue con inteligencia plantear temas tan profundos como la muerte, lo material e inmaterial, o el amor, en un contexto de humor y cotidianidad. Seguro que su madre está orgullosa de su hijo que, con este homenaje a su familia, está consiguiendo llevarles a todos de festival en festival. Porque, como ella misma dice, al final se trata de eso: de estar juntos.
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