Zhang Yimou abrió la 69 edición del Zinemaldi con una agradable película de bella factura pero que quizás peca de ser un poco dulzona y demasiado blanca. El ya mítico director vuelve a mostrar su maestría para las historias personales, dentro de escenarios más complejos y lo hace en esta ocasión, en el contexto de la China comunista de Mao. El encuentro casual entre un padre distanciado de su hija y una niña abandonada por su padre, desemboca en una relación que irá evolucionando desde la rivalidad hasta el cariño, a lo largo de las desventuras que les tocará vivir. Una bobina robada es el elemento que provoca este encuentro, con la consecuencia colateral de poner en peligro la proyección en un pequeño cine de pueblo.
La película es una carta de amor al cine, una especie de versión Oriental de la Mediterránea “Cinema Paradiso”. Un homenaje a esas pequeñas salas de pueblos y la magia de las proyecciones que permite a los lugareños soñar durante un rato con otras vidas y lugares. Era uno de los títulos más esperados en esta Sección Oficial aunque no parece que vaya a convertirse en una de las favoritas, cuando aun quedan todas las candidatas por llegar.
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