Flores para ella

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Pilar Ana Tolosana Artola de Vitoria-Gasteiz ha resultado ganadora del Primer Concurso de Relatos (Mod. Adulto) 2016, de la Floristería Marjus de Vitoria con «Flores para ella».

Pilar Ana  Tolosana cuenta con un amplio currículum literario de treinta años en su carrera en el ámbito cultural de la prosa, la narrativa y la novela. Es licenciada en “Filología Hispánica” por la Universidad Nacional Española A Distancia, tiene publicadas varias novelas: “Pendejo”, “El sentido de su vida” ,“Escapa, “Fingiendo pero sin  malicia”, “La vida es de los valientes”, “En otros mundos”,  “El circo de la noche” y la más reciente “Sin ton ni son”.

Os dejo aquí el relato para que disfrutéis con él.

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Flores para ella

Como todas las mañanas solía hacer después de abrir la floristería, Flora miró al cielo, el cual había amanecido un poco gris, y se dispuso a sacar, colocar y ordenar todas las flores en cubos con agua, a regar y abonar todas las plantas más o menos delicadas de los tiestos, tratando y engalanando diversos arreglos florales, que guardaba en la trastienda para los clientes que le habían hecho el pedido. Poco después, llegó Maika, una joven y despierta veinteañera, que la misma Flora había contratado apenas hacía una semana, para delegar un poquito en ella, y que la ayudara con las cositas del negocio.

Alrededor de las once de la mañana, vislumbró que afuera los rayos de sol, tímidamente, empezaban a empapar todo lo que tocaban. Flora no pudo aguantar más, dejó a cargo de la floristería a la chica, y fue rápidamente a sentarse en un banco, en el que allí acomodada, podría hacer un intermedio para darse un buen baño de vitaminas.

 

Sin embargo, la paz y el silencio que se respiraban, pronto fueron interrumpidos por las adversas exclamaciones de Maika, que había salido del local apresurada y bruscamente, como si fuese un toro de miura:

─ ¡No puedo más! ¡No puedo más! ─repetía la joven, a la vez que se le salían sapos y culebras por la boca.

Se sentó al lado de Flora, que la atendía intrigadísima.

─ ¡Pero, ¿qué es lo que pasa, Maika?! ¡Cuéntame por qué te has puesto tan nerviosa!

─ ¡Es un cliente que ha entrado, que ni él sabe lo que quiere por muchas ideas que yo le dé! ¡Es que es inaguantable, de verdad!

─ No te entiendo, en serio… ¡¿Desde cuándo es un problema que un cliente entre a la floristería?! ─cuestionó Flora algo molesta.

─ No, por supuesto que ese no es el problema, jefa. Es un chico alto, vestido con bermudas, y con una cámara fotográfica al hombro; no parece de aquí, no sé… me ha contado que todos los días, al salir de su pensión se cruza con una rubita, la cual con suaves y atractivas miradas matutinas, en tan solo tres días ha logrado robarle el corazón

─ Claro… y el chico se nos ha enamorado… y la quiere agasajar con un ramo de flores, ¿a que sí? ─interrumpió la florista.

─ Pues sí, eso es. Lo que pasa es que cada vez que le sugiero un ramo, me sale con que el significado de la flor no coincide para nada con sus intenciones, y que no le puede llevar eso a su rubia.

─ ¿Por ejemplo?

─ Pues mira, cuando yo le sugería rosas, él me decía que las rojas no porque simbolizaban amor eterno, y era muy pronto para ello, que igual la asustaba… le enseñé las amarillas y las blancas, y tampoco, que tampoco quería expresar amistad eterna, que él no quería ser solo su amigo, por lo tanto no quería arriesgarse a que la chica interpretara mal su mensaje.

─ ¿Vio las acacias amarillas?

─ Las vio, las vio… pero dijo que simbolizaban amor secreto, y que él estaba loco por gritar a los cuatro vientos que estaban juntos, si ella le correspondía, claro. Así que nada, me pasó algo parecido con las camelias, con los alhelíes, con los claveles rojos o los crisantemos violetas con los que se expresa que no se puede vivir sin el amor de la otra persona…

Flora se quedó extasiada, tramando en silencio lo que le podía decir a la chica, que la miraba inquieta con ojos muy abiertos, como esperándose cualquier cosa.

 

Entonces, la mayor se arrimó a ella divertida guiñándole un ojo, la pasó la mano por el hombro, y llevándosela a la floristería de nuevo, confesó:

─ ¡Ya sé, Maika! ¡Ya sé lo que le puede gustar! ¡Vamos a enseñarle unas plantas preciosas que llegaron ayer!

Y así lo hizo Flora, en cuanto el cliente subversivo se percató de su presencia y accedió a seguirla a la dependencia de atrás…

─ Me ha dicho mi compañera que quiere regalarle flores a una chica… y busca simbolismo, significado en el regalo, que manifieste todo el amor que siente por ella… pero sin presiones, sin dar muestras de que esté desesperado, sin expresar seriedad o responsabilidad, ¿verdad? ─pronosticó, poniendo cara de avispada.

─ Sí, exactamente eso ─acertó a decir el muchacho, mientras se quedaba pasmado al contemplar la belleza de la planta, la cual acabó llevándose.

 

El día pasó sin mucho interés para ellas… sin embargo justo cuando iban a cerrar el turista de las bermudas volvió a hacer acto de presencia, portando en sus brazos la misma Nomeolvides que había comprado por la mañana.

─ ¡Flora, que está fuera el de esta mañana! ¡Y viene con la planta, así que igual la quiere devolver porque a su cuqui rubia no le hace gracia! ─exclamaba Maika.

─ ¡¿Tú crees?! Se fue tan contento…

─ Eso era esta mañana porque ahora venía llorando y desesperado, diciendo que si como había sentenciado la rubia, no tenía tiempo de cuidar una planta, es que tampoco lo tenía para dejarle a él un hueco en su corazón ─recitó la joven apesadumbrada.

La dueña de la floristería bajó enseguida para acompañarla, y tratar de convencerle a él de que se quedara con la planta, aunque la destinataria no la hubiera querido… Pero, fue demasiado tarde, el chico ya se había marchado y había dejado la Nomeolvides encima de un mostrador, con una nota que rezaba que la cuidaran por favor, hasta que pudiera volver de Illinois y estuviera preparado para enamorarse de nuevo. Después de esto, Maika empezó a suspirar y a aparecer guapísima y arregladísima por la floristería… también atendía con mimo los pétalos azules de la Nomeolvides, la regaba en cuanto la tierra se secaba, y cuando la sacaba fuera del local, estaba muy pendiente de que los rayos de sol no le dieran directamente…

Flora en un principio no sabía a qué venía tanto interés, luego ya empezó a comprender.

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