La isla mínima, el exitazo en la sección Oficial

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La_isla_m_nima-276450591-largeAlberto Rodríguez repite el género policial y dramático en su nueva película, “La isla mínima”. La historia, como en películas suyas anteriores, sigue estando impulsada por unas jóvenes, (lo vimos en “7 vírgenes”), aunque esta vez han sido asesinadas de forma violenta en un pueblo cerca del Guadalquivir. La catástrofe da lugar al misterio y al género policial, que vimos en “Grupo 7”, también dirigida por este director, y sitúa a nuestros dos protagonistas, dos policías de ideologías opuestas interpretados por Raúl Arévalo (“Los amantes pasajeros”, “Primos”) y Javier Gutierrez (“Águila Roja”).

Lo interesante de la película es el constante diálogo que entabla el director con el espectador, ya que deja constantes pistas y enigmas sin resolver con imágenes metafóricas, líneas dramáticas sin cerrar… que hace que perpetúe el sentido del filme en la mente del público. La apertura de la obra con esas impresionantes vistas desde arriba del fluir de los ríos, los cuales forman fisuras en vastas extensiones de tierra, realza el mensaje que vemos constantemente durante la película: el río subterráneo, aquél que circula bajo lo visible y que arrastra realidades que jamás salen a la luz. Los dos policías se pasan investigando un caso que oculta tras de sí otros hechos que se resisten a ser revelados y en su trabajo se encuentran con otros personajes, como los padres de las jóvenes asesinadas (Antonio de la Torre y Nerea Barros), que también ocultan sus fallos. Bajo la historia de España y sus habitantes, uno siempre encuentra algo muy negro.

Alberto Rodríguez ha escogido ambientar su película en los años 80 y con sus palabras explica por qué: “es un momento interesante, porque aún existía un debate abierto” (el choque de un régimen antiguo con uno nuevo, los crímenes de guerra…); “España tiene un componente muy negro, muy de crímenes, de asesinatos, de violencia (…). En este sentido, por desgracia, estamos acostumbrados a este tipo de situaciones y salen este tipo de historias para rodar”. Además, saca a la luz un tema bastante actual y, por desgracia, olvidado por la sociedad y la prensa hasta casi ser considerado tabú: la desaparición, violación y asesinato de jóvenes. El director lo trata con delicadeza y no ha buscado insistir en el melodrama; su película es el thriller, la investigación policial y, sobretodo, sus dos protagonistas.

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El dueto policial es excelente. Javier Gutiérrez en el papel del policía que viene con las lecciones aprendidas durante el régimen franquista, un hombre humano, ambiguo, débil e inmoral en algunos de sus episodios biográficos, logra construir muy bien un personaje interesante, completo, atractivo. No obstante, Raúl Arévalo es el que más sorprende; lo hemos visto más en papeles cómicos y se muestra revelador en el género policial. El actor ya destaca su alegría de poder participar en un proyecto como este (“verme en una película así me llena de ego”, dijo el actor durante la rueda de prensa) y sin duda da la talla; podría incluso decirse que el drama y el cine negro explota aún mejor su trabajo de actor.

Sin duda, lo mejor de la película son sus actores, intensos en cada escena, interesantes y completos durante toda la historia (alguno se llevará el Goya), pero el guión y cómo el género policial ha sido tratado también ha admirado al público. Sin duda nos sale la siguiente pregunta: ¿por qué triunfa tanto el cine negro en España? Alberto Rodríguez acierta respondiendo: “En las épocas de crisis se hace más palpable la parte más sucia de la realidad y porque se ha perdido el miedo a afrontarlo de forma más realista, sale la voz del cine para denunciarlo”.

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